Hoy me levanté más temprano que de costumbre. Encendí la luz y puse mis ojos en el libro que estaba sobre mi cama. “Definitivamente es el fin del mundo” – pensé – normalmente tengo que asomarme debajo de la cama para investigar hasta donde queda el libro en el revuelo de la noche.
A regañadientes salí de ahí, y encendí la tv, buscando señales del fuego consumidor, consumiendo (que otra cosa podría hacer si no) lejanos países, esperando ver correr musulmanes, judíos, católicos, testigos por igual, gritando por la misericordia ya tan masticada y malbaratada (por los cristianos, obviamente).
Sin embargo, todo parece igual, el peje prometiendo a los pobres que dejarán de serlo, cambio el canal, y la euforia futbolística, vuelvo a cambiar, y los noticiarios amarillistas condenando al asesino de cumbres (o sea, que no les fastidia la misma noticia vez tras vez, tras vez, tras vez?)
“No, por lo visto aún no se han dado cuenta que se acaba el mundo”, apago la tv y me voy al refrigerador. Leche deslactosada, la odio, sabe dulce, pero es eso, o traer más de rato una revolución en la panza. “Pero es el fin del mundo!, nunca más volverás a tomar leche normal!”. Así que sin pensarlo, tomo el cartón de la leche regular, y me sirvo un generoso vaso. El sabor de la leche me hace recordar que hay tamales (tamales!!!) que sobraron de la cena de anoche. 1700 calorías cada uno, pero no hay nada que complemente tan perfectamente un vaso de leche, que un tamal de dulce (previo espulgue de pasas), “Es el fin del mundo”, y lo caliento, a fuego lento, en el comal, tostadito, delicioso. Total, no tendré que hacer más vueltas a la alberca esta noche, para quemar (oxidar, diría alguien) lo que me estoy comiendo.
Mi panza comienza a protestar tan luego termino con mi vaso de leche, y es normal, ya no digiere la lactosa como antes, “es la edad, quien pensaría que el mundo terminaría a tus 26?”
Me arreglo con más ahínco que el normal, asegurándome de tener ropa interior limpia y entera, “uno nunca sabe los métodos para reconocer los cuerpos”, sin embargo, quien reconocería el mío, si nos vamos a morir toditos? “de todos modos, chones decentes, no sea que se piense que soy una coscolina”, “pero es el último día para vestir sexy”… “ok, tanga….encaje….negro” …. “es demasiado, digo, también la comodidad cuenta, que tal que el fin del mundo es hasta la noche, y mientras te torturarás todo el día con eso….”. Escojo algo término medio, y me visto.
Mientras manejo al trabajo, me doy cuenta que el fin del mundo tiene sus ventajas, no habrá horas pico en el tráfico, desaparecerán los taxistas, los microbuses, y los viene viene, los monitos esperando montarse a tu carro para ensuciarlo con sus Mops llenos de petróleo, los vendedores de periódico…. “Un momento- me digo- a esto se refería López Obrador cuando hablaba que se acabarían los pobres!”. Bueno, le falto añadir –los pobres, Y TODOS LOS DEMÁS.
Llego al trabajo, enciendo la PC, olvido los reportes, los cierres de mes, los pendientes, y la maraña de papeles que tengo en el escritorio, total, mañana serán ceniza, pues no tarda en llegar el fuego consumidor (que consume)…….
Sigo esperando…..
A regañadientes salí de ahí, y encendí la tv, buscando señales del fuego consumidor, consumiendo (que otra cosa podría hacer si no) lejanos países, esperando ver correr musulmanes, judíos, católicos, testigos por igual, gritando por la misericordia ya tan masticada y malbaratada (por los cristianos, obviamente).
Sin embargo, todo parece igual, el peje prometiendo a los pobres que dejarán de serlo, cambio el canal, y la euforia futbolística, vuelvo a cambiar, y los noticiarios amarillistas condenando al asesino de cumbres (o sea, que no les fastidia la misma noticia vez tras vez, tras vez, tras vez?)
“No, por lo visto aún no se han dado cuenta que se acaba el mundo”, apago la tv y me voy al refrigerador. Leche deslactosada, la odio, sabe dulce, pero es eso, o traer más de rato una revolución en la panza. “Pero es el fin del mundo!, nunca más volverás a tomar leche normal!”. Así que sin pensarlo, tomo el cartón de la leche regular, y me sirvo un generoso vaso. El sabor de la leche me hace recordar que hay tamales (tamales!!!) que sobraron de la cena de anoche. 1700 calorías cada uno, pero no hay nada que complemente tan perfectamente un vaso de leche, que un tamal de dulce (previo espulgue de pasas), “Es el fin del mundo”, y lo caliento, a fuego lento, en el comal, tostadito, delicioso. Total, no tendré que hacer más vueltas a la alberca esta noche, para quemar (oxidar, diría alguien) lo que me estoy comiendo.
Mi panza comienza a protestar tan luego termino con mi vaso de leche, y es normal, ya no digiere la lactosa como antes, “es la edad, quien pensaría que el mundo terminaría a tus 26?”
Me arreglo con más ahínco que el normal, asegurándome de tener ropa interior limpia y entera, “uno nunca sabe los métodos para reconocer los cuerpos”, sin embargo, quien reconocería el mío, si nos vamos a morir toditos? “de todos modos, chones decentes, no sea que se piense que soy una coscolina”, “pero es el último día para vestir sexy”… “ok, tanga….encaje….negro” …. “es demasiado, digo, también la comodidad cuenta, que tal que el fin del mundo es hasta la noche, y mientras te torturarás todo el día con eso….”. Escojo algo término medio, y me visto.
Mientras manejo al trabajo, me doy cuenta que el fin del mundo tiene sus ventajas, no habrá horas pico en el tráfico, desaparecerán los taxistas, los microbuses, y los viene viene, los monitos esperando montarse a tu carro para ensuciarlo con sus Mops llenos de petróleo, los vendedores de periódico…. “Un momento- me digo- a esto se refería López Obrador cuando hablaba que se acabarían los pobres!”. Bueno, le falto añadir –los pobres, Y TODOS LOS DEMÁS.
Llego al trabajo, enciendo la PC, olvido los reportes, los cierres de mes, los pendientes, y la maraña de papeles que tengo en el escritorio, total, mañana serán ceniza, pues no tarda en llegar el fuego consumidor (que consume)…….
Sigo esperando…..
1 comentario:
Comercialazo:
Esto opino al respecto
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